sábado, diciembre 12, 2009

Que yo salte

sábado, diciembre 12, 2009 1
Como un fuego que quema las aguas
y una tormenta que trae el sol.
El arcoiris que no conoce colores
y el agua que teme flotar.
Tan abstracto como una roca,
tan absurdo como la lógica.
Así es como sube y baja, demasiado rápido;
podría girar, saltar, no bajar, puro subir.
Mas siempre es un balancín, eterno como la muerte.
Recordarlo es olvidar que existe.
Olvidarlo es recordar que se fue.
Es la sensación traicionera de uno mismo,
el candor del frío profundo.
Como la soledad que extingue la compañía.
Como el llanto que ahoga el sueño.
Quisiera existir en el brazo perdido,
en la sonrisa extinta, la margarita disuelta.
Duplicar las divisiones de mis latidos
para escuchar el callado estruendo de mi memoria.
Aquí vivo para seguir muriendo,
cuando muero y sé que vivo otra vez.
Un viajante de destinos estancados,
cuando el espíritu se embelesa con el cuerpo.
Quisiera calmar mis manos para no buscar pieles extrañas.
Tal vez, borrar el deseo de la pupila que alcanzo.
Volver a ser fuego, mar y tormenta en mi tierra imaginaria.
Continuar con el sueño borrado o con el silencio amargo.
Callar todos los espacios.
Apagar todas las oscuridades.
Para que ya no suba ni baje. No tan rápido.
El balancín se ha puesto nauseabundo.
Que suba, gire o salte.
Pero sigue aquí, tan bajo como mi mirada.
Volar alto como mariposa que no se encuentra.
Que suban los ojos, que bajen las nostalgias,
que gire la alegría y que salte .. que yo salte.
 
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