miércoles, diciembre 26, 2007

Carta a mí Olvido

miércoles, diciembre 26, 2007 1

No sé muy bien cómo comenzar, creo que ha sido complejo la relación entre nosotros, porque a medida que el tiempo pasaba fui olvidando que tu nombre era Olvido y que con él olvidé lo que era necesario olvidar. Creo que tú eso ya lo sabes, creo que lo supiste antes de conocerme o quizás cuando empezaste a sentir que olvidar era tan extraño como recordarnos...
Recordarte, recordarte como Olvido o como Recuerdo, como nombre o como hecho, como compañía o como enemigo. Olvidarte en cada recuerdo que compartíamos sin pensarlo, sin premeditarlo o pactarlo, olvidarnos y recordarnos, pero recordando que tu nombre pesaba más (y cada vez más) que nuestro sentimiento...
Eres Olvido y te recuerdo como tal, con tu nombre impregnado en cada parte de mi vida, en cada parte de mí misma, en cada parte que también son tus partes cuando digo que es olvido lo más fuerte que he vivido, lo más fuerte que he querido, lo más fuerte que he permitido.
Eres Olvido y tuve que aceptarte, porque no existía otro modo de sacarte, porque sin escrúpulos te apoderaste de mi vida.
Eres Olvido y así te recuerdo, te detesto y te escribo.
Olvido... mi Olvido, siempre mío. Siempre aquí, siempre presente, para que el recuerdo muera y la necesidad huya. Siempre aquí como el antagonista preferido, como el amante predilecto, como el traicionero y el mejor amigo.
Eres Olvido y como Olvido vivo contigo, como Olvido sueño contigo y como Olvido te necesito.
Olvido, Olvido, Olvido, que tu nombre me perturba hasta el punto de olvidarlo cuando recuerdo que no olvido.
Olvido... vuelves cada vez que no te necesito y ahora que imploro tu nombre rehuyes de que eres mío.
Eres Olvido, siempre has sido, nunca dejarás de serlo y es eso lo que te duele, lo que te mortifica y retuerce tus entrañas, porque como Olvido vivirás junto a mí y como Olvido acariciaré tu nombre, tus no-recuerdos y mis no-recuerdos fundidos en un olvido, que es tu nombre y no el mío, porque tú lo cambiaste cuando decidiste morir en mí como mi único Olvido.

Ya no quedan más palabras para tu nombre, porque por más que te grito no me oyes, porque tienes miedo de morir y yo tengo miedo de que mueras. Ojalá te llamaras Miedo y no Olvido, para poder protegerte y que me protejas y para no morir como el recuerdo que sabe tu nombre, el recuerdo que nos conecta pero que en sueños solamente vive y que en esta vida debe morir junto a tí en mi pecho y con tu nombre.

Olvido, ya es tarde, eres mío y aquí haz de morir, aquí ya borré tu nombre.

martes, diciembre 25, 2007

Escalofrío

martes, diciembre 25, 2007 0
Un escalofrío húmedo.
De esa humedad paralizante, la que no entendemos.
Unos ojos tímidos.
De aquellos que buscan incansables entre la multitud,
una respuesta fugaz para sonreír.


Sonrío .
Mientras más cambio, más sigo siendo la misma.

Jodida Manía

Caer en lo absurdo, suele ser mi jodida manía, pero sin eso, ¿podría ser yo? Definitivamente no.

Comenzó todo apresuradamente y creo que desligarme ha sido lo más complejo, fue tal vez esa peculiaridad en sus palabras o en su brutalidad, su torpeza o su ironía, la que me llevó a sentir que podía estar un poco más cerca. Pero todo es tan jodidamente distinto. Si aún me atormenta aquella fría mañana, esos rostros de gente desconocida que yo veía reírse de mí, una risa burlesca de esas que te dicen "eres tan idiota que me das risa"... Y sí, tal vez fui una idiota. Pero es que ciertamente no encuentro otro modo de vivir la vida. Quizás, sólo quizás, algún día sepa cómo puedo llegar a ser alguien normal.
Quizás, sólo quizás, algún día vuelva a rectificar mi parecer de hoy en día: y es que idiotamente es mi modo, no existe otro, aunque así me cueste la sonrisa.

Ojos Hinchados*

No dudé en recibirlo de su mano, venía un poco aplastado y ya estaba un tanto consumido, sin embargo era un poco más de la mitad y sabía que era buena.
Lo tomé con un par de temblores e incluso cayó al suelo, pero a él no le importó, creo que sus ojos ya estaban suficientemente hinchados para importarle ver algo más que a sí mismo.
Salí sigilosamente y en el frío acogedor me senté en el suelo. Aún temblaba, el encededor no funcionaba así que fui por los fósforos, allí comenzó el problema, el viento estaba muy fuerte y era complejo que se mantuviera un fósforo encendido.
Lo logré.
Estaba sola, en cuclillas y con un regalo en la mano.
Cerraba los ojos, uno dos tres y cuatro.
Apretaba los ojos, aguantaba, uno dos y tres.
Un relajo, y veía el humo salir de mi boca como si en verdad hubiese una boca ajena.
Y así mil veces, hasta que quemé mis dedos. Guardé los fósforos y el cielo cambió.
Por un momento recordé Amelie (que pese a ser una de mis favoritas últimamente me ha jodido al nivel de "moda" que llegó hoy en día) y en aquella escena en que le toma fotografías a las nubes, aparece un conejo en las nubes... y pensé en ser niña también y pensé en delfines y tiburones. Pensé en caballos y perros, pensé en ilusiones en nubes y pensé en mí.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que aprendí a dar un abrazo?
Ya no lo recuerdo.
Tal como no recuerdo qué fue lo primero que pronuncié. Del mismo modo en que olvidé cuando fue mi primer paso y mi primer "te quiero".
El cielo estaba nublado, y la noche entorpecía mis pensamientos, porque por más que quería recordar mi primer abrazo caía inevitablemente en el pensamiento de cuántas estrellas habían detrás de aquellas nubes, y si existe algún Principito que me estuviese observando.
No sé, me cuesta comprender la noche. El día. El mundo.
Y, volví a mis caballos en las nubes, no me gustan mucho los conejos así que adapté la escena. No tenía cámara tampoco, pero no fue difícil imaginarla.
Pero, allí volvió la pregunta del abrazo. ¿Habrá sido un Cortázar que por algún modo sobrenatural me dio instrucciones para aprender a darlos?
Quizás esa sea la explicación, pero... Hacía frío, debía entrar y la única serie que me gusta está por empezar. Así que te recuerdo, recuerdo el primer abrazo y no lo logro. Supongo que fue hace muchos soles atrás y que no necesité de Cortázar, sólo bastó tu mirada y tu sonrisa cálida.

Ahora, quizás pueda ver un conejo en las nubes, si tan sólo aprendiera a abrazar otra vez. Lástima que ni siquiera recuerdo cómo leer. Tal vez, me trasladé muchos años atrás y necesito de las enseñanzas una vez más.

Ya ni siquiera sé cómo logré escribir. Sólo sé que aquí estoy y no quiero estar. Y que mis ojos están lo suficientemente hinchados como para querer ver TV.

Es...

Desde el primer latido exasperado supe que así siempre debía ser, y aunque quise rehuir fue imposible. Es esa aceleración inquietante, el sudor frío entre las manos, el miedo excitante, las miradas fugaces y el escalofrío a cada sonido. Es la mezcla de condiciones perfectas para que el corazón dé un vuelco, se arremoline y se eleve hasta la cabeza. Es la sensación precisa para que el caminar sea extraño cuando las rodillas se doblan y los muslos tienen vida propia. Es ese calorcito en las mejillas y aquellos labios resecos implorando por la humedad necesaria. La garganta que quema y el cosquilleo en todo el cuerpo. El pensar que si el tiempo se detiene el desmayo abrumará los sentidos...

Imposible escapar de esa naturaleza que golpea en el pecho . Lo clandestino, las miradas furtivas, la timidez culpable y las ansias de ahogar el miedo, pero no lo suficiente como para que fenezca. Que siga, hay un calorcito en las mejillas que no se detiene y, sin duda, es lo más agradable ... a diario, tímidamente y siempre.
Lugares desconocidos me invitan a volar.
Es curioso, no sé perfectamente dónde estoy, sólo busco un nombre nuevo, una nueva dirección y en mis intentos de cordura vuelvo a tocar las nubes y me pregunto para qué pretendo estar cuerda si así no logro sonreir. Pienso en mis minutos muertos y encuentro la respuesta a todo: mi fantasía es mi lugar, siempre hay algo que te identifica, ese momento en la vida en qué dices, así soy yo. Es eso lo que descubro a diario, mi lugar no está aquí, tal vez lo encontré entre cintas antiguas o en aquella predilecta que guardo entre mis libros.

Tal vez mi sitio aún no se inventa, pero en mi locura escojo un nombre, aquel que guarda las aventuras que desearía tener o aquellas que ya tuve alguna vez, antes de verlas a través de una pantalla, aquellas que ya soñé y sentí. Decido mi lugar, momentáneo tal vez, hasta que defina el verdadero que me espera.

Un café?
Nada como eso, nada.

montmartre c'est mon lieu, notre lieu -

La puta sonrisa. Jodidamente irónica.

Entre palabras aparentemente cargadas de indiferencia y una actitud supuestamente rebelde supe que ya no quería continuar. Se acabó, sí.
No sé si fue mejor saberlo, no lo sé.

Toqué a la puerta de lo impensable, de lo inoportuno, era innecesario todo el paisaje que se presentó frente a mis ojos, no lo quise, simplemente estaba viviendo, no era otra cosa, pero olvidé ese juicio a pulso, a cada paso. Esas falsas esperanzas de haber encontrado un lugar, una compañía.

Toqué el silencio de lo absurdo, de aquellos supuestos intachables, aquellos que gozan con denunciar con su dedo las andanzas de los que no temen a mostrarse como son. Pero a veces cuesta caro. Ese puto dedo jode a muchos. Apunta y apunta, se acabó.

Toqué la cima del fetiche de los correctos.
Toqué tanto, y no supe no impregnarme de ello.

Se acabó, hoy quité las pieles que me cubrían y las reemplacé de acero.
Lo siento, se acabó.
Y la sonrisa, la irónica sonrisa, no será nunca más la sincera y no dará un sólo destello de simpatía... Se fue, como las pieles y cayó en el barro del olvido.

Desfachatez*



El día comenzaba con un poco de ajetreo. La hora de levantarse la habían fijado el día anterior. "A las 9 todos en pie mañana" dijo con voz autoritaria el padre de Martina y ella no dudó en obedecerlo. Cerca de las 11 de la mañana el calor pronosticaba un dìa exasperante y el correr de las horas sòlo sirviò para ratificarlo.

-- ¿Vamos a comprar? --escuchò Martina desde el patio
-- ¿Yo? --preguntò conmovida ella al mismo tiempo que se acercaba a su padre
-- Sì, apùrate y vamos

Las compras del dìa fueron relajadas, pese a que aparentemente toda la gente decidiò ir al mismo lugar y a la misma hora, pero las cosas lograron agilizarse. Al llegar al hogar ya estaba todo dispuesto para preparar la comida, ya que ese dìa estaban celebrando algo especial.
Ely se arreglò durante unos minutos para lucir diferente a los otros dìas comunes y corrientes, eligiò su falda celeste y una blusa blanca que acentuaba su fìsico que, aunque su edad ya no era la de una joven, se mantenìa esbelto y aùn podìa provocar la mirada de algùn hombre al pasar por las calles de la ciudad.
El reloj ya marcaba las 14:00 horas y el auto que se estacionaba frente al hogar de Martina anunciaba la llegada de los invitados del dìa especial; las sonrisas y abrazos abundaron por los rincones de la casa y todo hacìa creer que aquel momento serìa inolvidable, pero las horas no se quisieron detener y a veces la emociòn excesiva causa estragos.
El almuerzo ya habìa sido servido y sòlo algunos faltaban por acabar de comer, el partido que comenzarìa dentro de unos minutos exaltaba aùn màs los ànimos y ya una botella de vino habìa sido abierta para celebrar, porque es cierto, el dìa era para celebrar. Los aficionados al fùtbol se ubicaron esperanzados de que el equipo al que ellos alentaban triunfara esta vez y ya no era sòlo una botella de vino, sino que algunas de cervezas tambièn ya se podìan ver vacías.
El partido fue màs que bueno, las expectativas se cumplieron, el equipo sumò una victoria màs y la alegrìa de los espectadores conllevò a que màs botellas fuesen abiertas.
El atardecer golpeò las puertas y la hora de partir de los invitados habìa llegado. Ely estaba un poco nerviosa, ya que uno de ellos no iba en las mejores condiciones de manejar y, por otro lado, Martina estaba preocupada de su padre, èl querìa salir... y no querìa salir solo.

-- Papà no vayas, por favor
-- Yo sè què hago --dijo un poco alterado, pues muchas veces las bebidas alcohòlicas cambian el estado anìmico de las personas.

Ely decidiò acompañarlo, no dejarìa que viajara solo, pero una pequeña discusiòn terminò con la salida ràpida de un automòvil, un niño en el asiento trasero y frente al volante un hombre con un claro estado de ebriedad. Los ojos tristes de Ely demostraban su dolor y tambièn el odio, entrò pausadamente a su casa y tomò con furia las botellas vacìas y las arrojò a la basura con làgrimas en sus mejillas.

-- No quiero que ocurra una tragedia, no en el dìa de mi cumpleaños --dijo con angustia y resignaciòn la madre de Martina y apagando las luces se acostò esperando despierta a que el ruido del automòvil le asegurara que todo estaba bien. Martina prefiriò correr y aislada en sus pensamientos se preguntò porquè a veces era tan grande la desfachatez de algunos, que se dicen perfectos cuando arruinan lo que un dìa pretendìa... este dìa pretendìa ser perfecto, el dìa en que su madre se vistiò con su ropa preferida, porque era su cumpleaños, su dìa especial.

martes, diciembre 18, 2007

Cerezas*

martes, diciembre 18, 2007 1
Érase una vez, hace muchos cientos de sueños atrás, un bosque de cerezas. Era un lugar construido a base de risitas entorpecedoras y confesiones que ilusionaban a las hormiguitas que día a día buscaban una cereza. Pero el tiempo que aplastó cada fruto de aquel bosque terminó con la vida imaginaria de las hormigas que sin haber aprendido a soñar ayer tenían el más triste de los sueños: jamás desaparecer del mundo de cerezas que en tardes de meses como estos eran las más dulces, las más ácidas y las más adormecedoras de todo el reino de colores grises.
El bosque de cerezas era el color de lo gris y las hormiguitas eran la ilusión del desconsuelo.
El tiempo aplastó las cerezas, las hormigas jamás soñaron otra vez.
El ayer está en el hoy que busca el color que perdió una mañana, aquella mañana que las cerezas olvidaron gritar.

Una hormiguita sobrevivió, pero las cerezas ya no salen.
Un triste color gris, para el recuerdo del sueño que se entorpeció.
Aquella hormiguita ya aprendió... Ahora recorre fatigada el reino en busca de un bosque que haya resistido el ataque del tiempo, aquel tiempo cargado de un montón de sueños de tiempo atrás... •

Escucho a lo lejos una canción de los white pero en mi mente retumba esa melodía de lamentos ensordecedores.
Soy yo otra vez y es esa puerta que nunca sé si está abriéndose o si se cierra, siempre está allí, nunca la comprendo. Y la observo desde lejos y no me atrevo a cersiorarme de cuál es su real movimiento, de cuál es en realidad su intención. ¿Será que no quiero que la melodía acabe? ¿Será que el sonido llegó desde fuera y no quiero que la puerta se cierre y acabe con él? ¿Será que en verdad la música está en mí, sólo en mí, y si la puerta se está abriendo me impulsará inevitablemente a salir y ahí fuera me dejaré invadir por nuevas melodías?

No quiero pensar más, observo la puerta estática, con esa misma probabilidad de terminar haciendo una u otra cosa. Apago la radio, ha sido mucha música por hoy. Dos calmantes, no... mejor tres. Un vaso de leche, una última mirada a mi alrededor. Cierro los ojos y la puerta sigue allí, la melodía volverá cuando los calmantes terminen su efecto. Y yo... yo seguiré igual, pero creo que tocaré algún disco de radiohead. Sí, eso estará mejor. •

Viaje...


No sé cuánto tiempo atrás comencé un viaje, un viaje un tanto insólito, pretendía cruzar el mar caminando sobre él y al momento de cansarme cortar mis brazos y volar. Tal vez las alas surgirían...
Pero se entorpecía, mi cuerpo lo entorpecía, ese afán de sentir el calor de una mano que guiara cada paso, cada riesgo. Ya no sé cuántos días pasé aceptando que sólo había una mano en todo el universo que me podía guiar. Era una mano única, era suave y tosca a la vez, era particular y común, era tibia y la más fría que pude tomar. Comencé el viaje y junto a aquella mano comencé a crecer y corté mis brazos y tuve alas; y caminé sobre el agua sin mojarme a la vez.
Ya no sé cuántos días pasaron, quizás fueron diez o mil no lo sé, tan sólo sé que no la soltaba, que a veces se desvanecía pero luego volvía a mí. Era tu mano, la mano más miserable e increíble, la mano más repugnante y exquisita. La mano enemiga y amante, la mano más pura y desagradable. Era mía, eran tan mía que hasta tú la perdiste, era tan mía que de pronto no necesité tomarla estaba dentro de mí, por sobre mí, más que junto a mí.
Sin embargo, escuché decir a las estrellas que es imposible renunciar a la estructura determinada que tenemos, es imposible convertirse en uno, en ser un sólo cuerpo; es imposible cortarse los brazos y volar. Escuché al eco gritarme que el precio de mi rebeldía contra mi cuerpo me costaría caro... Y el eco no mentía, aquella mano me mató. Se apoderó de todos y cada uno de los rincones de mi cuerpo, conoció hasta el más mínimo detalle, mi interior quedó descubierto, quedó en el poder de algo ajeno, eso tan ajeno y tan propio a la vez. Escarbó entre mis entrañas y congeló mi sangre, su calor dejaba grandes quemaduras en la piel, mientras que su frío impedía mis latidos. Las pulsaciones se redujeron y estaba tan llena de emociones, de contradicciones, era tan de otro y tan de nadie... Era un ser ínfimo y grandioso a la vez. Era amada y era utilizada. No era yo y eras tú en mí, pero también no eras tú y era yo y el mundo giraba más rápido y el mar sufría grandes tormentas y el viento azotaba mi cara y acariciaba mi piel.
Era tan llena y tan vacía que explotaba y me desvanecía.
Quedé tan descubierta y tan misteriosa, que no pude soportarlo y entre los dedos de aquella mano tan suave y tosca comencé a morir.
Ella me mató, yo la dejé y nunca supe si el viaje culminó, sólo sé que el antes de aquello no lo recuerdo, sólo sé que no sé cuántos días duró mi viaje, pero jamás volví al mismo lugar y comencé de nuevo luego de despertar tirada en una orilla.
Ahora, ahora sé que aún hay rastros de lo que fui y que quiero que perduren, así deba viajar mil días más o tal vez diez o quizás morir y no viajar nunca más. •
Para una vida, un canto, una sonrisa, qué sé yo.
Sé de lo salado, lo salado que es dulce y que me encanta, de eso sé.
Hoy es todo lo que sé, desperté y un sabor salado estaba en mi boca, sonreí.
Cuando te das cuenta que eras lo impreciso.
A veces, das la vuelta y comprendes.
Otras, caes y comprendes.
A menudo, no haces nada y sigues.
Finalmente, caes, das la vuelta, no haces nada, pero vives.
Por suerte, sólo cerré los ojos, asumí, decidí y continué de otro modo.

A volar y volar.

Suave e imperfecto*


Antigua =P, originalmente cargada por dissipate in a violet place •.

No sentía el viento ni la cordura.
Era disfrutar un aroma, una textura.
Recordar el suspiro ahogado,
la humedad evaporada,
la suavidad de un silencio
y la aceleración inquietante
del momento que acaba;
de lo húmedo y lo intenso,
de lo suave y lo imperfecto.
Sentir, con excitantes desalientos.

lunes, diciembre 17, 2007

lunes, diciembre 17, 2007 0

Tratando de juguetear con los sabores de un resto.
Aquel resto irrespetuoso que quise respetar, entre tontas idioteces ... entre desconsuelos y falsas promesas.
Jugueteo con los restos de respiro que dejaste bajo mis sábanas, aquellas que sufren de un hedor enfermante de aquellos minutos insaciables de mentiras despiadadas.
Jugueteo con tu aroma, esa que quedó impregnada en cada poro.
Jugueteo con tus frases armadas, esos clichés que tanto disfrutabas.
Jugueteo con ese sabor tenue que dejaste en mis labios.
Jugueteo también con mis mentiras y las ilusiones que destrocé para no mirarte a los ojos.
Jugueteo con la excusa cobarde de temer a mis miedos y no a tus peticiones.
Jugueteo con todo y con nada.
Con un tú inexistente y un yo que se apaga.
Jugueteo con mi vida y con lo que no vivo.
Jugueteo con lo vivido y lo que no supe vivir.
Con un yo muerto y un yo que renace, jugueteo conmigo y sin mí.
Jugueteo entre sabores, entre aromas y entre vaciós.
Jugueteo sin saber jugar, y aprendo y lo olvido.
Un juego que se acaba cuando comienzo a jugar .

miércoles, diciembre 12, 2007

take what you need*

miércoles, diciembre 12, 2007 0

No hubo silencio abrumador, ni palabras tormentosas.
No hubo la insistencia molesta ni la indiferencia desgarradora.
Hubo risas, hubo miradas, hubo palabras tiernas y suaves.
No hubo miedo ni hubo remordimientos.
Hubo sensaciones de terciopelo...
Eso hubo.

El aroma impregnado en lugares ajenos, extraños.
El recuerdo latente en cada paso.
Silencio y sonrisa.
Palabras y ternura.
Ilusión, eso hay.

Confusión, también, pero no atormenta, encanta, vibra y conmueve.

Hay tanto y de tantas formas.
Hay poco, pero basta.
Es un todo y un nada, como siempre, como nunca.
Como yo.
Y es y me hace feliz.

... Y hubo, y hay, y habrá.
... Y fluye y así es nada más y todo multiplicado, todo.

 
Fuera de aquí, volando ◄Design by Pocket, BlogBulk Blogger Templates