martes, diciembre 25, 2007

Ojos Hinchados*

martes, diciembre 25, 2007
No dudé en recibirlo de su mano, venía un poco aplastado y ya estaba un tanto consumido, sin embargo era un poco más de la mitad y sabía que era buena.
Lo tomé con un par de temblores e incluso cayó al suelo, pero a él no le importó, creo que sus ojos ya estaban suficientemente hinchados para importarle ver algo más que a sí mismo.
Salí sigilosamente y en el frío acogedor me senté en el suelo. Aún temblaba, el encededor no funcionaba así que fui por los fósforos, allí comenzó el problema, el viento estaba muy fuerte y era complejo que se mantuviera un fósforo encendido.
Lo logré.
Estaba sola, en cuclillas y con un regalo en la mano.
Cerraba los ojos, uno dos tres y cuatro.
Apretaba los ojos, aguantaba, uno dos y tres.
Un relajo, y veía el humo salir de mi boca como si en verdad hubiese una boca ajena.
Y así mil veces, hasta que quemé mis dedos. Guardé los fósforos y el cielo cambió.
Por un momento recordé Amelie (que pese a ser una de mis favoritas últimamente me ha jodido al nivel de "moda" que llegó hoy en día) y en aquella escena en que le toma fotografías a las nubes, aparece un conejo en las nubes... y pensé en ser niña también y pensé en delfines y tiburones. Pensé en caballos y perros, pensé en ilusiones en nubes y pensé en mí.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que aprendí a dar un abrazo?
Ya no lo recuerdo.
Tal como no recuerdo qué fue lo primero que pronuncié. Del mismo modo en que olvidé cuando fue mi primer paso y mi primer "te quiero".
El cielo estaba nublado, y la noche entorpecía mis pensamientos, porque por más que quería recordar mi primer abrazo caía inevitablemente en el pensamiento de cuántas estrellas habían detrás de aquellas nubes, y si existe algún Principito que me estuviese observando.
No sé, me cuesta comprender la noche. El día. El mundo.
Y, volví a mis caballos en las nubes, no me gustan mucho los conejos así que adapté la escena. No tenía cámara tampoco, pero no fue difícil imaginarla.
Pero, allí volvió la pregunta del abrazo. ¿Habrá sido un Cortázar que por algún modo sobrenatural me dio instrucciones para aprender a darlos?
Quizás esa sea la explicación, pero... Hacía frío, debía entrar y la única serie que me gusta está por empezar. Así que te recuerdo, recuerdo el primer abrazo y no lo logro. Supongo que fue hace muchos soles atrás y que no necesité de Cortázar, sólo bastó tu mirada y tu sonrisa cálida.

Ahora, quizás pueda ver un conejo en las nubes, si tan sólo aprendiera a abrazar otra vez. Lástima que ni siquiera recuerdo cómo leer. Tal vez, me trasladé muchos años atrás y necesito de las enseñanzas una vez más.

Ya ni siquiera sé cómo logré escribir. Sólo sé que aquí estoy y no quiero estar. Y que mis ojos están lo suficientemente hinchados como para querer ver TV.

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