martes, diciembre 25, 2007

Desfachatez*

martes, diciembre 25, 2007


El día comenzaba con un poco de ajetreo. La hora de levantarse la habían fijado el día anterior. "A las 9 todos en pie mañana" dijo con voz autoritaria el padre de Martina y ella no dudó en obedecerlo. Cerca de las 11 de la mañana el calor pronosticaba un dìa exasperante y el correr de las horas sòlo sirviò para ratificarlo.

-- ¿Vamos a comprar? --escuchò Martina desde el patio
-- ¿Yo? --preguntò conmovida ella al mismo tiempo que se acercaba a su padre
-- Sì, apùrate y vamos

Las compras del dìa fueron relajadas, pese a que aparentemente toda la gente decidiò ir al mismo lugar y a la misma hora, pero las cosas lograron agilizarse. Al llegar al hogar ya estaba todo dispuesto para preparar la comida, ya que ese dìa estaban celebrando algo especial.
Ely se arreglò durante unos minutos para lucir diferente a los otros dìas comunes y corrientes, eligiò su falda celeste y una blusa blanca que acentuaba su fìsico que, aunque su edad ya no era la de una joven, se mantenìa esbelto y aùn podìa provocar la mirada de algùn hombre al pasar por las calles de la ciudad.
El reloj ya marcaba las 14:00 horas y el auto que se estacionaba frente al hogar de Martina anunciaba la llegada de los invitados del dìa especial; las sonrisas y abrazos abundaron por los rincones de la casa y todo hacìa creer que aquel momento serìa inolvidable, pero las horas no se quisieron detener y a veces la emociòn excesiva causa estragos.
El almuerzo ya habìa sido servido y sòlo algunos faltaban por acabar de comer, el partido que comenzarìa dentro de unos minutos exaltaba aùn màs los ànimos y ya una botella de vino habìa sido abierta para celebrar, porque es cierto, el dìa era para celebrar. Los aficionados al fùtbol se ubicaron esperanzados de que el equipo al que ellos alentaban triunfara esta vez y ya no era sòlo una botella de vino, sino que algunas de cervezas tambièn ya se podìan ver vacías.
El partido fue màs que bueno, las expectativas se cumplieron, el equipo sumò una victoria màs y la alegrìa de los espectadores conllevò a que màs botellas fuesen abiertas.
El atardecer golpeò las puertas y la hora de partir de los invitados habìa llegado. Ely estaba un poco nerviosa, ya que uno de ellos no iba en las mejores condiciones de manejar y, por otro lado, Martina estaba preocupada de su padre, èl querìa salir... y no querìa salir solo.

-- Papà no vayas, por favor
-- Yo sè què hago --dijo un poco alterado, pues muchas veces las bebidas alcohòlicas cambian el estado anìmico de las personas.

Ely decidiò acompañarlo, no dejarìa que viajara solo, pero una pequeña discusiòn terminò con la salida ràpida de un automòvil, un niño en el asiento trasero y frente al volante un hombre con un claro estado de ebriedad. Los ojos tristes de Ely demostraban su dolor y tambièn el odio, entrò pausadamente a su casa y tomò con furia las botellas vacìas y las arrojò a la basura con làgrimas en sus mejillas.

-- No quiero que ocurra una tragedia, no en el dìa de mi cumpleaños --dijo con angustia y resignaciòn la madre de Martina y apagando las luces se acostò esperando despierta a que el ruido del automòvil le asegurara que todo estaba bien. Martina prefiriò correr y aislada en sus pensamientos se preguntò porquè a veces era tan grande la desfachatez de algunos, que se dicen perfectos cuando arruinan lo que un dìa pretendìa... este dìa pretendìa ser perfecto, el dìa en que su madre se vistiò con su ropa preferida, porque era su cumpleaños, su dìa especial.

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