martes, diciembre 18, 2007

Viaje...

martes, diciembre 18, 2007

No sé cuánto tiempo atrás comencé un viaje, un viaje un tanto insólito, pretendía cruzar el mar caminando sobre él y al momento de cansarme cortar mis brazos y volar. Tal vez las alas surgirían...
Pero se entorpecía, mi cuerpo lo entorpecía, ese afán de sentir el calor de una mano que guiara cada paso, cada riesgo. Ya no sé cuántos días pasé aceptando que sólo había una mano en todo el universo que me podía guiar. Era una mano única, era suave y tosca a la vez, era particular y común, era tibia y la más fría que pude tomar. Comencé el viaje y junto a aquella mano comencé a crecer y corté mis brazos y tuve alas; y caminé sobre el agua sin mojarme a la vez.
Ya no sé cuántos días pasaron, quizás fueron diez o mil no lo sé, tan sólo sé que no la soltaba, que a veces se desvanecía pero luego volvía a mí. Era tu mano, la mano más miserable e increíble, la mano más repugnante y exquisita. La mano enemiga y amante, la mano más pura y desagradable. Era mía, eran tan mía que hasta tú la perdiste, era tan mía que de pronto no necesité tomarla estaba dentro de mí, por sobre mí, más que junto a mí.
Sin embargo, escuché decir a las estrellas que es imposible renunciar a la estructura determinada que tenemos, es imposible convertirse en uno, en ser un sólo cuerpo; es imposible cortarse los brazos y volar. Escuché al eco gritarme que el precio de mi rebeldía contra mi cuerpo me costaría caro... Y el eco no mentía, aquella mano me mató. Se apoderó de todos y cada uno de los rincones de mi cuerpo, conoció hasta el más mínimo detalle, mi interior quedó descubierto, quedó en el poder de algo ajeno, eso tan ajeno y tan propio a la vez. Escarbó entre mis entrañas y congeló mi sangre, su calor dejaba grandes quemaduras en la piel, mientras que su frío impedía mis latidos. Las pulsaciones se redujeron y estaba tan llena de emociones, de contradicciones, era tan de otro y tan de nadie... Era un ser ínfimo y grandioso a la vez. Era amada y era utilizada. No era yo y eras tú en mí, pero también no eras tú y era yo y el mundo giraba más rápido y el mar sufría grandes tormentas y el viento azotaba mi cara y acariciaba mi piel.
Era tan llena y tan vacía que explotaba y me desvanecía.
Quedé tan descubierta y tan misteriosa, que no pude soportarlo y entre los dedos de aquella mano tan suave y tosca comencé a morir.
Ella me mató, yo la dejé y nunca supe si el viaje culminó, sólo sé que el antes de aquello no lo recuerdo, sólo sé que no sé cuántos días duró mi viaje, pero jamás volví al mismo lugar y comencé de nuevo luego de despertar tirada en una orilla.
Ahora, ahora sé que aún hay rastros de lo que fui y que quiero que perduren, así deba viajar mil días más o tal vez diez o quizás morir y no viajar nunca más. •

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