domingo, septiembre 20, 2009

Un Placer

domingo, septiembre 20, 2009
El hormigueo es constante, no tiene ojos, ni boca, ni cuerpo. Es.
Comienza una picazón en la planta del pie, aumenta y sube, aumenta y avanza.
Las piernas comienzan a temblar y a dormirse, dejan que el hormigueo las invada, las colonice y cumplan sus órdenes. Se aflojan, se desatan.
Los ojos se entrecierran, parpadean, tiritan. Como llorosos, como expectantes.
Los labios se van humedeciendo, palpitan, esperan.
El hormigueo va conquistando cada centímetro. La piel se eriza, se electrifica.
Es como tenso-aflojado.
La mente se disfraza de pausa, pero las imágenes rojizas van siendo más veloces, más repetitivas.
Con la yema del dedo deslizándose en el vientre es posible acelerar el latido al punto de sentir que las extremidades se paralizan, dan un salto y se aceleran otra vez.
Nada es lo suficientemente fuerte como para sostenerte.
Nada es lo suficientemente tranquilizador como para aferrarase a él.
Las uñas se van enterrando en la piel.
Los dientes quieren comer los labios.
La lengua necesita encontrar más lugares para humedecer.
Todo se vuelve insuficiente.
Todo se vuelve fuego.
Y el hormigueo ya ha tomado una intensidad insoportable, es como si el interior quisiera salir, quisiera gritar y agarrar cada parte ajena que sienta.
Un beso puede ser el orgasmo más intenso.
Una caricia, fuerte, que presiona, puede ser una erupción de sabores y sensaciones en todo el cuerpo.
La vista puede ser la misma con los ojos abiertos o cerrados. Todo se va nublando.
Los latidos parecen querer callar a los gemidos y así comienza la guerra entre el retumbar del pecho y el ahogo que recorre la garganta para poder salir desenfrenadamente por la boca.
Mientras más se extienda el tiempo, más fuerte es la guerra. Más nublada la vista.
Aferrarse de la piel ajena, el pelo, las manos, las sábanas, los muros. Todo es aceptable, nada es suficiente.
Los pies quieren salir de su centro, se arquean y luego quedan inmóviles, como alertas, queriendo imitar a las manos y poder sostenerse de lo otro.
Los poros expulsan todo el ardor en gotas, gotas que aumentan en lo intenso, gotas que se impregnan en la piel externa y que se confunden con otras gotas.
El ritmo de los movimientos se acelera, los ojos se pierden, el cuerpo adopta distintas formas. La columna quiere danzar, los pies buscan un arco más pronunciado, las piernas se tensan, las manos enloquecen, la boca busca y grita, el vientre siente que todo se condensa dentro ... Más nublado, más húmedo, más electrificante. Más, más, más, más... La guerra de latidos y ahora gritos no pareciera dar tregua; más, más, más... Todo el cuerpo revolucionado, enloquecido, extasiado... Los párpados se aprietan, el grito ahogado, entre quejido y satisfacción, el corazón se detiene, las extremidades se detienen, los pies se aflojan, las piernas tiritan... La mente ha quitado su disfraz para ver. Ya no está nublado, ahora la sensación de placer es calmada, pero intensa. Y el interior pide, una vez más.

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