lunes, noviembre 02, 2009

lunes, noviembre 02, 2009
La orilla es mucho más cómoda para caminar... la arena no entorpece tu camino y las huellas se marcan por unos segundos antes de que la ola las borre, hasta las puedo fotografiar. Pero la arena en los bolsillos me la quedo. Aunque sienta mis pantalones más pesados, aunque vaya ensuciando a dónde voy, por dónde voy. Las pasos en la arena seca son más difíciles, los sientes más, cada parte de tu cuerpo lo siente, los zapatos se van volviendo más estrechos porque la arena ocupa el lugar de los pies. Todo lo que toca la arena se impregna de ella, como los bolsillos. Llegas a casa y ahí tienes, la arena cae de tus pantalones como gritándote que estuviste en ella, entorpeciéndole su serena estadía en la tierra. Te has sentado en ella para admirar las olas reventar, para tratar de comprender el vuelo de las gaviotas, para buscar formas en las nubes que se van perdiendo en el horizonte. Divisar a lo lejos un barco pesquero y no perder el sol cuando se van hundiendo para dormir. Te sentaste en ella y te impregnaste de ella, para no olvidarla, para que te perdone.
Llenarte los bolsillos de arena para escapar del cemento hostigante de la ciudad, para recordar en soledad las falsas historias que dejaron de construirse en los rincones olvidados de tu silencio, en los rincones transitados por tu imaginación.

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