viernes, marzo 07, 2008

Ayer, Hoy y Mañana*

viernes, marzo 07, 2008

Me dí un par de vueltas por la casa, estaba todo oscuro, el golpe de la lluvia en las ventanas perturbaba un poco mis pensamientos, pero después de unas vueltas se hicieron parte de mi mente y sin siquiera notarlo, la lluvia, el ruido de los truenos, mi cabeza y los pensamientos eran uno solo.
El mate estaba listo y la música comenzó a sonar... el tracklist ya estaba programado y la luz tenue de mi lámpara marcó el paso a la pronta meditación que venía desde hace algunas noches revoloteando en mi interior.
De pronto mis ojos se cerraron casi por milagro --la yerba suele despertarme, pero esta vez fue distinto-- y se presentó ante mí una escena que muchas veces la había soñado, pero que nunca pude escuchar lo que secedía, sólo vislumbraba el movimiento y las miradas desconcertadas de los personajes. Eras tú, frente a mí, como reprochándome algo, como reprimiéndome, como exigiéndome... Y era yo, como refutándote, como encarándote, como despidiéndote...
Tantos años habían pasado ya; tú estabas más hombre --o menos niño, tal vez--; yo estaba más segura --o menos temerosa, quizás--. Tus ojos transmitían menos, eran más misterio que sensibilidad; tu rostro era más duro, más marcas iban permaneciendo; tu pelo estaba más descuidado y tu andar era distinto; aquel tipo que enfrentaba al mundo con una libertad imperturbable, se había esfumado, en su reemplazó llegó frente a mí un hombre con aires de grandeza y madurez, pero más tímido y cobarde; más desorientado, pero implacable. Eras, en sí, una contradicción; para mí, la eterna contradicción.
Me miraste fijamente, pero era como si no vieras nada. Buscabas en mí migajas de un ayer olvidado, rencoroso. No existe, te dije y te exasperaste. Era imposible, para tí. Debía existir, pero no.
Supiste que mi vida estaba tornándose arcoiris y apretaste los puños como esperando que mis palabras dieran paso a un eterno recordar, a promesas incumplidas y palabras estériles en las que sólo tú encontrabas sentidos y significados, en las que yo sólo encontraba una niña desesperada y sin esencia. Me la habías usurpado. Pero parte de ella había escapado a lo más recóndito de mi ser y había escapado a tu mano violenta e inescrupulosa. Estaba aquí, sobrevivió al ataque infinito de tormenta gris.
Quisiste decir algo, mas tus labios permanecían estáticos ante mis ojos. Después de un par de minutos lograste hablar. "No comprendo tu mirada, no comprendo tu color". ¿Y es que siempre debías comprenderme? Años luz habían sucumbido ya, luego de reencarnaciones ya no podías comprender más. "Has cambiado", y aquella frase la escuché con cierto ardor en mis oídos. Tenía rabia, no fue un cambio, simplemente volví a ser yo, ese yo usurpado regresó.
Quizás, muchos años luz sucumbidos y reencarnaciones debas sufrir para comprender, pero traté de explicarlo de un modo más simple --según yo--. Es simple, repetí.
En mi esencia siempre existió la no-proyección, el no-futuro, los no-sueños. Pero un día un sujeto con una mano de ángel y con otra de demonio, vino y comenzó a moldearme, tomó uno y cada uno de mis defectos y los moldeó para sí mismo; tomó una y cada una de mis virtudes y las moldeó para sí mismo; tomó parte y sólo parte de mi esencia y sopló y sopló y en su lugar puso aquella moldeada por sí mismo. Asi nació una niña muy niña, temerosa e insegura, que comenzó a crear castillos en las nubes, que se inventó princesa y que imaginó príncipes azules y rojos y verdes y de cuántos colores se le vinieran a la cabeza; la niña tuvo sueños y proyecciones y veía futuros y olvidó el ayer. Vivió en el mañana lejano, el mañana intocable y dejó atrás el ayer inmediato, el ayer que te crea, el ayer que te da vida. Y olvidó el hoy invaluable, el hoy que te da vida, el hoy en que respiras y creas todo cuanto existe en ti y en tu alrededor. El mañana lejano se convirtió en presente y el ayer inmediato se transformó en enemigo, el hoy invaluable simplemente pasó a ser un fantasma, a veces --incluso-- un estorbo. Gran Error.
Sin embargo, los castillos se cayeron y las nubes se desvanecieron, y aquel mañana lejano perdió su ímpetu y vino una tormenta gris, luego una negra, luego otra vez gris y luego cesó. Pasaron largos días como años luz y la niña ya no era tan niña, y el temor ya no era tan temor. Comprendió.
Aquel ayer inmediato lo retomó, lo hizo parte de su vida, convivió con él. El mañana lejano lo devolvió a su lugar, simplemente en su lejanía, aquella lejanía impredecible y desconocida. Tomó el hoy invaluable y lo disfrutó, y sonrió.
La niña ahora entiende todo muy bien y vuelve a su esencia. ¿Qué somos sin ayeres? Absolutamente nada. Una mujer sin ayer, es como una mariposa sin haber sido oruga, imposible.
Esa es mi esencia, eso no comprendiste.
Mi vida pertenece a su ayer, ayer al que tú también perteneces. Por el ayer vivo este hoy. Y este hoy no puedo no vivirlo, desperdiciándolo en un mañana lejano, lo vivo así, tal como es; despierto y soy feliz por saber que es mi HOY, que existe porque tuve un AYER, y que el mañana es inesperado. Claramente, sigo pensando que mi mañana lejano depende de mi ayer inmediato y de mi hoy invaluable, pero no por ello viviré en la lejanía. Mis proyecciones de ensueños continúan, pero no vivo desviviéndome por la lejanía, vivo mirando hacia el horizonte que me muestra mi ayer, el cual me hace la mujer que vive el hoy, que deja que todo fluya en su curso creado por ayeres y hoys y que en la lejanía, un mañana tendrá ese mismo destino creado por mí, pasando a ser un hoy invaluable y, después, un ayer inmediato o un ayer lejano, al fin y al cabo, ayer, hoy y mañana son invaluables, pero... no se compara mi ayer y mi hoy con nada. Porque son resultado, causa y efecto totales de mí, de mi esencia y de lo que quiero y elijo vivir.

No dijiste nada, permaneciste impávido, tus puños se soltaron. Abriste la puerta sin mirar atrás.
Pero yo sé que mañana volverás para reprocharme todo, siempre es así. Es habitual ...

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