sábado, junio 14, 2008

Yo siempre duermo en un rincón

sábado, junio 14, 2008
Fue la última noche en ese lugar.
Tiempo atrás había prometido que jamás volvería...
Volví.
Volví para exigirle (cpn gritos ahogados en una putrefacción de sentimientos) que me mirara a los ojos (tanto tanto que no lo hacía), que me vomitara su odio y ... que sin caretas... me cogiera.
Sí, que lo hiciera.
Sí, que estuviera en mí como su última vez.
Como "la vez".
Aquella vez en que su piel fue repulsiva, que los besos se segregaron y sólo fueron invitadas a la función las caricias torpes... agresivas.
El silencio apagado con gemidos de rencores... de rechazo.
La noche en que me vestí de prostituta y él de cuerpo sin alma y aires de perfección. Su egocentrismo calaba mis sentidos.
No hubo romance ¡oh, no! Eso es para enamorados (o falsos enamorados). Para nosotros (si es que me permito decir "nosotros") sólo había espacio en el orgullo. No hubo palabras. No hubo miradas. Sólo hubo el ruido perturbante de un respaldo que golpea la pared y los cinturones que no querían abrir.
Hubo el no-orgasmo y el no-seguir.
Antes, mucho antes, hubiera sido una noche para dormir acurrucados, para no sentir frío pese a ser un invierno devastador, para no molestarse, para quererse, para sonreír atontados bajo una nube cargada de sudores evaporados y temblores felices.
"La vez" fue para darse cuenta que ni el sexo podía unirnos, que el odio se encarnó en malos movimientos, en no-acertamientos.
La cama --la que tantas noches y horas eternas fue "nuestra"--, nos acogió como a dos niños sin amparo; como a dos extraños que no pudieron sostener una conversación; como a dos exhaustos ex-amantes que ya no comprendían el idioma que para ellos mismos habían inventado (lo olvidaron entre insultos y malos tratos); como a dos incómodos silenciosos que solamente buscaban conciliar el sueño, después de un fallido encuentro brutal de sus cuerpos (¡y qué brutal!).
La cama convirtió en abismo su centro mientras su espalda y mi espalda se enfrentaban. Uno en una orilla y el otro en un rincón.
Esa noche, esa vez, "la vez", prometí no volver.
Esa noche, esa vez, ni siquiera me cedió el rincón.



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